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Iglesia de Vilar de Donas. Una joya del Románico en el Camino Francés


Cuando el origen de una construcción se pierde en el albor de los tiempos, los estudiosos del patrimonio se suelen encontrar con arduos problemas para determinar quien la levantó y cuál fue su propósito inicial.

Tal es el caso de la iglesia de San Salvador, un claro y espectacular ejemplo del arte románico, edificada en la población lucense de Vilar de Donas y la más valiosa de las más de veinte iglesias románicas con las que cuenta el municipio de Palas de Rei.


Descubrir esta parroquia no es difícil, pues está cerca de la localidad de Portos, y varios postes indicativos se encargan de dirigir nuestros pasos hacia esta pequeña población. 

La mañana que elegimos para visitarla amanece cubierta de una ligera neblina que impregna nuestro camino de un halo de misterio y leyenda y nos predispone para dar rienda a nuestra imaginación con las historias que tengan a bien contarnos. 

Cuando llegamos la iglesia está cerrada y dudamos sobre qué hacer o hacia dónde dirigirnos. Pero nuestro dilema pronto se ve resuelto cuando se nos acercan dos vecinos a los que previamente habíamos rebasado en el camino. 

Esperando a nuestro guía particular
Uno de ellos, muy amablemente, nos indica que la guía oficial de la iglesia no llega hasta más tarde, pero que si estamos conformes, él puede hacer de cicerone y mostrarnos aquello que hemos venido a visitar. 

Indudablemente aceptamos la oferta, y Jesús, así se llama nuestro improvisado guía, se acerca hasta su casa a recoger las llaves del lugar. 

Nuestro conocimiento del recinto es mínimo y somero, únicamente lo que hemos podido leer en la web, pero ya desde el instante en que accedemos al atrio de la iglesia, este erudito sacristán nos presentará una versión distinta de la historia que hasta ahora dábamos por cierta.

La ausencia de cualquier testimonio autentico que avale documentalmente la cronología histórica de esta iglesia y su monasterio adyacente, actualmente completamente en ruinas, ha conducido a los expertos analistas a una polémica que no tiene visos de acabar, pues estos competentes estudiosos del románico no terminan de decidir cuándo se construyó este complejo y quienes fueron sus primeros moradores. 

El primer matiz de desacuerdo lo podemos encontrar en el origen del nombre con el que se denomina la localidad y por aproximación la iglesia allí levantada. 

Hay quien dice que se conoce por este apelativo porque el monasterio lo levantaron dos mujeres, “donas” en gallego, de la familia Arias de Monterroso. 

Otros aventuran que, una vez instalados en el monasterio los Caballeros de la Orden de Santiago Apóstol, procuraban que sus esposas les acompañaran, y si alguno de ellos fallecía cumpliendo su cometido, era enterrado en la propiedad, quedándose su viuda a vivir en el monasterio.
En esta opción se podría decir que Vilar de Donas significa “Villa de esposas”.

Nuestro guía va más lejos, pues apuesta por una tercera teoría que tiene como protagonista a la familia Froilaz, vecina del lugar, y comenta que uno de sus caballeros,   Froilaz Bermúdez, les dejó en herencia la iglesia a sus dos hijas, Munia y Visclavara, que se convirtieron en las “donas” del lugar.

Como quiera que sea, lo que es realmente cierto es que las “donas” gallegas tuvieron mucho que ver en la historia que posteriormente se desarrollaría alrededor del monasterio y su iglesia. 

Tampoco resulta evidente para los estudiosos quienes fueron los primeros moradores de estos muros, pues si bien las versiones más o menos oficiales señalan a los Caballeros de la Orden de Santiago Apóstol como residentes entre sus paredes desde el siglo XII, hay expertos que opinan que los primeros en llegar a Vilar de Donas fueron los monjes sanjuanistas irlandeses, pues la iglesia muestra numerosos indicios del diseño que estos religiosos gaélicos imprimían a sus elementos arquitectónicos. También hay quien piensa que las reminiscencias decorativas irlandesas están influenciadas por la proximidad de esta parroquia con la comunidad gaélica de Foz, cuya presencia sí está documentada por una amplia zona de Galicia hasta la época de los Reyes Católicos.  

Todas estas conclusiones no son más que meras suposiciones, pues no hay documentación escrita que avale estos razonamientos, pero nuestro experto guía está firmemente convencido de que fueron estos monjes guerreros scotti y no otros, los primeros en arribar a estas tierras lucenses. 

Aunque ya llevamos un tiempo en el atrio, aún no hemos accedido al interior de la iglesia, pues atendemos muy interesados las explicaciones que sobre la portada y el diseño del templo nos expone Jesús, y por él nos enteramos del hipotético significado atribuido por varios expertos, a la simbología tallada en las arquivoltas de la puerta principal y las que posteriormente veremos dentro. 

El edificio, de nave única, se halla orientado hacia el noroeste y muestra unas dimensiones no muy imponentes, aunque sí muy equilibradas, como corresponde a una planta de cruz latina. Si a la envergadura de la nave le añadimos la de la cabecera, obtenemos unas medidas de unos 24 metros, a los que se añaden los 10 metros más del ante pórtico. Por contra, el transepto sólo tiene una longitud al exterior de 18 metros, hecho éste que se aprecia al observa la iglesia desde su periferia.

Vista parcial de dos de los tres ábsides
Rodeando el templo, advertimos que la triple cabecera del ábside disfruta de unos gruesos contrafuertes rectangulares que le aportan un aire majestuoso. Fuera quien fuera el constructor de este templo, utilizó sillares de granito muy bien escuadrados y ajustados, en los que las marcas de cantero se encuentran por doquier. 

La arquivolta que decora los estrechísimos vanos abiertos en el ábside central, está rematada con capiteles decorados con vegetales y unas columnillas salomónicas, además del ajedrezado jaqués que es una constante en todo el edificio y que se prolonga por encima de los contrafuertes. Esta misma decoración se repetirá en los ábsides menores, levantados a una altura inferior al central. Al lado sur del templo se aprecia un espacio rectangular vacío que sin duda estuvo ocupado por el claustro cuando el monasterio estaba en todo su esplendor.

Detalle de los vanos en el ábside central
Cada brazo del transepto dispone de una pequeña puerta que abre al exterior. La del lado sur luce sobre su dintel la fecha de 1224, quizás la de su edificación, mientras que a la del lado norte se le ha rebajado la jamba, acaso para poder sacar sobre su peana a la Virgen ubicada bajo el baldaquino de piedra.

Aqui podemos apreciar el rebaje de las jambas
El ante pórtico donde nos encontramos atendiendo las eruditas explicaciones de Jesús, está conformado en la actualidad únicamente por su lado norte, compuesto por tres vanos de medio punto, elegantemente decorados con semicolumnas, capiteles labrados y guardapolvos.

Distintas perspectivas del ante pórtico


Como única concesión a la modernidad, a este espacio se le ha incorporado una cubierta a dos aguas, construida con el propósito de resguardar la portada primigenia de los embates de la lluvia e intentar de esta manera frenar la degradación de las piedras que conforman este templo, habiendo optado por utilizar cristal translúcido en la zona próxima al hastial o fachada de la iglesia, para permitir la iluminación de su interesante portada.

En la imagen podemos apreciar la zona acristalada y los dos contrafuertes
La puerta que tanta controversia ha suscitado a la hora de interpretarla, se localiza entre dos contrafuertes decorados con bisel de baquetón, moldura que continúa sobre los ábacos corridos de los capiteles y cuyos motivos esculpidos se encuentran al mismo nivel que los cincelados en estos últimos.

¿En manos de quien estuvo la construcción de este frontis?

Si tomamos como referencia los diseños grabados en el contrafuerte izquierdo, algunos entendidos quieren ver en el frontal a un cantero con su maza y puntero, tras un motivo vegetal que se halla en trance de esculpir y en el lateral un florón ya concluido. ¿Será ésta la imagen del propio Maestro Mateo y su firma floral?. Es evidente que la imagen del cantero se identifica con quien labra la portada, y en este caso la misma tiene todas las trazas de ser “mateana”, o al menos, salida del taller del Maestro.

Imagen del cantero
Imagen del florón
Pero si nos decantamos por el contrafuerte derecho, otros estudiosos descubren imágenes con fuerte influencia irlandesa, incluyendo en este grupo a nuestro guía, y en este punto surge la gran incógnita. ¿Quiénes fueron los primeros en arribar a Vilar de Donas, canteros hispanos o canteros irlandeses? Nosotros nos limitaremos a presentar los hechos y después, que cada uno opte por la respuesta que más le convenga.

Lazos de influencia celta
Esta puerta de acceso al templo muestra una arcada de medio punto, característica de la época románica, formada por cinco arquivoltas profusamente decoradas, en las que no podía faltar el ajedrezado jaqués, rúbrica de esta arquitectura. La temática que adorna los capiteles es variada y muy elaborada, a base de florones, vegetales, plantas con sus frutos, hojas en zig-zag…


Más, si observamos detenidamente el arco inmediato al que hace las veces de guardapolvo, distinguimos una figura humana, que destaca entre tanto diseño botánico. ¿Qué o a quien representa?



Hay quien opina que las flores grabadas reproducen el cardo, gran símbolo de los Scotti, pero que además la manera de lucir la cabellera este personaje estaría asociada a las tonsuras eclesiásticas de origen celta, la llamada tonsura de San Juan, con lo que volveríamos a tener referencias a los monjes sanjuanistas irlandeses. 

Otros no ven más que una figura que sostiene un pequeño rollo de papel plegado que contiene citas, leyendas o símbolos y que es conocido por filacteria.

Por encima de las arquivoltas, enmarcando al conjunto descubrimos un tornalluvias formado por una serie de ocho arquillos ciegos apoyados en ménsulas, estando todo el conjunto decorado con resaltes y rehundidos como si el estilo fuese "barroco-románico".

Detalle del tornalluvias

Aunque cinco son las arquivoltas, sólo tres de ellas presentan capiteles, mostrando temática vegetal los dos más exteriores, imágenes historiadas los centrales y seres teriomorfos los más próximos al vano.


A nadie le cabe duda de que los maestros del románico eran expertos en transmitir su sabiduría y sus vivencias a través de la piedra, y en la iglesia de San Salvador todo el que sepa leer en la roca encontrará gran cantidad de información sobre este periodo histórico. 


¿Qué mensaje ocultarán los grabados de los capiteles? Dos serpientes que custodian a un personaje arrodillado sosteniendo un libro, sendos ángeles en pie portando filacterias, dragones, arpías encapuchadas….

Las basas también presentan curiosas grabaciones, algunas de ellas de clara ascendencia escocesa, y su interpretación ha inducido a los expertos a pensar que anteriormente a los hospitalarios Caballeros santiaguistas, hubieran recalado en estas tierras los monjes irlandeses. 




En este punto de nuestra visita, y una vez bien impregnados arquitectónicamente hablando del frontis del templo, accedemos a al interior a través de su portada, decorada con laboriosos herrajes originales de la misma.

Hierro trabajado a fuego, yunque y martillo hasta lograr delicados motivos curvados terminados en ramificaciones palmeadas de gran armonía plástica, propios del románico. La visión de estos herrajes nos trae al recuerdo la iglesia de San Salvador de Sarria, también románica y consagrada al mismo Patrón. ¿Curioso, verdad?

Herrajes originales del templo
Al abrir la puerta, lo primero que descubrimos es que la planta del templo muestra un diseño de cruz latina, con una única nave rectangular de aire cisterciense, que presenta tres grandes ventanales en cada lienzo, estando todo el perímetro de la pared decorado con una cenefa de ajedrezado jaqués. Si elevamos los ojos al cielo, comprobamos que el techo está recubierto con madera a dos aguas.




La unión con la nave transversal o transepto se realiza a través de un altísimo arco que presenta semicolumnas adosadas, coronadas con capiteles que a la vez forman parte de los que sustentan los arcos torales.


A esta nave se abren los tres ábsides de su cabecera, uno central y muy decorado y otros dos más pequeños y con un ornamento muy sencillo. Los brazos del transepto se cubren mediante simples bóvedas de medio cañón, hecho éste que no resta majestuosidad al resto del templo.





Detalle de la bóveda del crucero


Pero lo que más nos impacta al ingresar en el interior de la iglesia, son las impresiones opuestas que nos asaltan. Por un lado, disfrutamos de la magnitud de los frescos que recubren los lienzos del triple ábside abovedado, de una gran calidad artística e histórica, y por otro lado, nos apenamos por el tremendo deterioro que sufre toda la capilla, sometida a las duras condiciones climatológicas de la zona, olvidada por las administraciones y relegada a un segundo plano pese a ser una de las mejores joyas que el románico ha conocido en Galicia. 

Para nuestro pesar, el de los expertos y el de los vecinos del pueblo, las pinturas góticas del ábside central, todas ellas de un gran realismo y realizadas con motivo del Año Santo Compostelano de 1434, se están malogrando y la policromía de estos lienzos comienza a diluirse entre la humedad y el verdín que trepa por las paredes y amenaza con engullir todo vestigio de estos retratos medievales.





Jesús, en una rápida verborrea, nos explica que en el nivel central estamos fotografiando la escena de la Anunciación, con la Virgen María a la derecha y el Arcángel San Gabriel a la izquierda, flanqueando ambos la ventana, cerrada con alabastro, que ilumina el altar. 

En la zona baja, mucho más deteriorada, están personificados el Cristo Varón de Dolores entre los reyes Juan II de Castilla y María de Aragón y su hijo Enrique, y arriba, en la bóveda, podemos apreciar una representación del Juicio Final.








En el brazo septentrional del transepto se alza el baldaquino de Donas, levantado en piedra, sustentado por cuatro columnas, arcos conopiales y cubierto por un tejadillo de cuatro vertientes que incorpora relieves de San Pedro y San Pablo. Está coronado por una representación del castillo de Pambre, aportación ésta de Gonzalo Ozores de Ulloa, señor de Pambre y del que hemos hablado en otra entrada de este blog.



Por contra, en el brazo meridional se levanta un retablo de granito que perteneció al altar mayor, luce en el centro un Cáliz y a ambos lados muestra imágenes del Descendimiento y la Consagración. 


Dispersados por toda la capilla encontramos esculpidos símbolos celtas e irlandeses, como los cuernos del macho cabrío, los racimos de uvas y el trébol de tres hojas, que representa la Santa Trinidad en honor a San Patricio. Pero también encontramos símbolos cristianos, como la cruz de Santiago o la cruz de Malta, que incluso se mantiene ligeramente policromada.






De lo que no hay lugar a dudas es que este templo fue ocupado por la Milicia Santiaguista, que estableció aquí su priorato y dio cristina sepultura en territorio gallego a todos los hermanos que fallecían en acto de servicio.





Un buen número de losas de sarcófago con sus epitafios fechadas entre los siglos XIV y XVII así como un sarcófago entero, ocupan parte de la nave central, indicándonos que fueran quienes fueran los primeros moradores del monasterio, indudablemente los últimos fueron los Caballeros de la Orden de Santiago, incansables centinelas de los caminantes que peregrinaron a Santiago de Compostela en la época medieval. 

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