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Parque de la Alameda

Parque de la Alameda
¡ El Parque de la Alameda se viste de otoño! Vale la pena visitar Santiago

Un paseo por la Catedral de Santiago


Después de un merecido descanso ya estamos preparados para presentar nuestros respetos al Apóstol, y aunque la tarde se ha presentado ligeramente bochornosa, la Catedral se encuentra lo suficientemente cerca para no experimentar pereza a la hora de acercarnos hasta sus puertas. 



Como no podía ser de otra manera, hacemos nuestra entrada por la puerta del Obradoiro, y una vez cruzado el umbral la grandiosidad de la Seo nos acoge y nos da la bienvenida.




Los turistas y peregrinos que deambulan por las naves del templo están sumidos en un ambiente de respetuoso silencio, sólo roto por alguna que otra conversación mantenida entre susurros. 



Queremos tomar fotos de cada muro, de cada ángulo de la catedral, pero nuestro primer momento es para el Santo, para darle el abrazo de rigor, de manera que con lentitud nos vamos acercando hasta el Altar Mayor y nos situamos en la fila que espera pacientemente su turno para acceder al Camarín del Apóstol y cumplir con la tradición.



Aunque la tarde ya ha empezado a mostrar los colores del ocaso y pronto anochecerá, por las tres puertas abiertas de la Catedral siguen accediendo peregrinos que acaban de hacer su entrada en Santiago, revelando un cansancio que se hace patente en el rictus de su cara y en la forma de apoyarse de cualquier manera sobre las paredes del Camarín, pero ninguno ha querido posponer para mañana este momento tan especial de su encuentro con el Santo. ¡Ya habrá tiempo de descansar después!



Una vez llevamos a cabo nuestro particular saludo, salimos del oratorio y comenzamos la visita turística que tantas ganas teníamos de llevar a cabo, y nuestras cámaras empiezan a registrar todos y cada uno de los rincones de una Catedral que a nosotros nos sobrecoge, aunque por ser toledanos deberíamos estar acostumbrados a la magnificencia de estos monumentos.


Pero posiblemente será el espíritu de tantos y tantos peregrinos que han paseado entre sus muros lo que provoca en nosotros unas sensaciones que difícilmente hemos alcanzado recorriendo las naves de la Catedral toledana.




Han sido necesarios ocho mil metros cuadrados de la ciudad de Santiago para levantar su Catedral, que está diseñada en planta de cruz latina de tres naves, de una longitud aproximada de cien metros, con un crucero también de tres naves y cerca de setenta metros de longitud. La altura en la nave central es de veintidós metros en todo su recorrido y alcanza los treinta y dos de máximo en la bóveda del crucero.




El antiguo cimborrio de estilo románico fue sustituido por uno de diseño gótico, y se encuentra situado sobre el centro del transepto.






Cerca del Altar Mayor, la girola está compuesta por diversas capillas románicas absidales, la central de planta cuadrada, y también tiene dos ábsides en cada uno de los brazos del crucero. Sobre las naves laterales, separadas de la central por cuarenta y dos columnas, se encuentra un triforio con cubierta de cuarto de cañón y balcón de ventanales de doble arquería. La nave central se cubre con bóveda de cañón sobre arcos fajones y las laterales con bóvedas de arista.



La iluminación proviene de las ventanas de los dos pisos de las naves laterales levantadas en el  período románico, en la capilla mayor son polilobuladas y las que corresponden a la girola son ojos de buey. La ornamentación interior se puede apreciar en los capiteles historiados de la parte del ábside y en los adornos vegetales de la galería.



Situados en la parte central de los tramos altos de la nave principal encontramos dos grandes órganos. Fueron fabricados en 1708 y 1712 por encargo del capítulo catedralicio al maestro Manuel de la Viña y la caja al arquitecto Antonio Alfonsín y al escultor Manuel Romay. En 1978 se fusionaron en uno sólo, la consola fue sustituida y se incluyeron mecanismos electrónicos e informáticos por una empresa italiana.







La Catedral dispuso de dos Coros, uno de piedra, realizado por el maestro Mateo y su taller en torno a 1200, que ocupaba cuatro tramos de la nave central, tenía forma de rectángulo con crestería y los asientos ceremoniales estaban decorados con imágenes de apóstoles y profetas que se encontraban entre edificios, en una representación del Jerusalén celestial.